martes, 14 de agosto de 2012

El verdadero fraude


Este País | Federico Reyes Heroles           

Los graves cuestionamientos en contra de las encuestas que acompañaron a las campañas son solo un aspecto de la impugnación de la elección presidencial por parte de diversos sectores. ¿En qué argumentos se funda esta impugnación y cuál es su solidez? Este artículo repasa los principales componentes del supuesto fraude.

Todos sabemos que el ser humano con frecuencia tiende a las trampas y mentiras. De hecho, una de las enseñanzas principales de la educación a cualquier niño es la de no mentir. “¿Quién se acabó los dulces?”, pregunta la madre ante los escurridizos ojos del escuincle que se van al piso. Decir la verdad puede tener un costo: el regaño para un niño, la vergüenza para el adulto. En algunas sociedades la expresión “eres un mentiroso” —“you are a liar”— puede ser una ofensa muy grave, por ejemplo en Estados Unidos. En ese país hay muchos documentos oficiales sustentados en el dicho del ciudadano. En una sociedad madura el respeto interpersonal se sustenta en la credibilidad de la palabra de cada persona.

Por supuesto no hay absolutos. Sissela Bok,1 una brillante filósofa de Harvard nacida en Suecia, escribió un provocador libro sobre el contexto de la mentira: en la vida privada, en el desempeño profesional, en la vida pública, etcétera. Alrededor de la mentira hay una dimensión ética y moral de gran complejidad y belleza. De un general frente a una batalla no solo suponemos que no dice toda la verdad, que miente: sabemos que su eficacia depende del ocultamiento sistemático y profesional de los hechos. De ciertos doctores esperamos que no digan todas las verdades a un paciente grave. Hay entonces distintos grados y condiciones para evaluar la mentira. Los políticos son un caso muy especial. Durante las campañas los obligamos a hablar del futuro que pretenden construir a sabiendas de que el futuro siempre es incierto. Escuchamos promesas que muy probablemente no puedan cumplir y, sin embargo, la gente les aplaude a rabiar. En el sector financiero las malas noticias tienen que ser manejadas con cautela, por decirlo suavemente, para evitar así corridas bancarias. ¡Que si lo sabremos en México, después del 94!

El poder de las mentiras puede ser enorme. Mario Vargas Llosa ha desarrollado el tema en ese espléndido libro, La verdad de las mentiras,2 cuya tesis central es que las verdades venden menos que una mentira bien armada. Basta con revisar los discursos de Hitler, Stalin o Mao, por acudir a los clásicos, o de Castro, Pinochet —conocido popularmente como Pinocho— y Chávez, para desnudar una muy popular resistencia a la verdad. Durante décadas, en el discurso marxista se siguió hablando de la desaparición del Estado que vendría una vez culminada la etapa del socialismo. Ningún Estado dio señal alguna de encaminarse hacia allá, pero los profesionales adeptos a esa doctrina seguían repitiendo la evidente falsedad sin el menor empacho. Peor aún, sus seguidores no les cuestionaban ni sutilmente el sustento de sus dichos.



México no es la excepción. Los ardides, argucias y falacias rondan en la vida privada y también en la pública. La mentira campea oronda en el verano de 2012. Pero todo tiene un límite. La elección de 2012 es un punto de inflexión. Los que hablan de fraude simplemente mienten. Su mentira no es inocente, provoca un grave daño al país. Traicionan los mejores intereses de México. Vamos una a una.

1. ¡Hubo un gran fraude!

La versión del gran fraude supone que este se construye de arriba para abajo. “Los poderosos”, básicamente empresarios y políticos, se reúnen alrededor de una mesa repleta de humo, botellas y vasos de whisky a medio beber. Se ponen de acuerdo en impedir que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llegue a la presidencia. Desde allí controlan los hilos que habrán de llevar a Peña Nieto a Los Pinos. Entre los hilos que manipulan a su antojo están el ife, el presidente Calderón, el Partido Acción Nacional (PAN) y su candidata, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y sus distintas corporaciones, las televisoras y las estaciones de radio, y con eso logran una manipulación exitosa de los millones que fuimos a votar. Sobra decir que para comprar esta versión se necesita un grado de paranoia bastante avanzado.

La caricatura no resiste el menor análisis. Por si no lo saben, el pri y el pan no se llevan muy bien. “Estoy hablando del partido de Gómez Morín, del partido que siempre ha defendido la democracia, que siempre ha estado en contra de las irregularidades. ¿Dónde están?” Se podría pensar que la expresión corresponde a un doctrinal del pan pero no, ¡es de amlo después de la elección de 2012 que perdió! ¿No fueron precisamente el pan, los espurios, los que le quitaron la presidencia en 2006? Ya no se entiende nada. De hecho, si con algún partido hizo el PAN “alianzas estratégicas” fue con el prd. Ahora resulta que el pan es cómplice del fraude en que gana el PRI. Demasiado complejo para un mortal. Además, “los poderosos” están igual de divididos, e incluso hay algunos que apoyan a las izquierdas.

“Los de arriba”, como en cualquier país, pelean antes que nada por sus intereses, y estos están en colisión constante. Es de tal manera burda la imagen que siento un desperdicio en cada letra escrita al respecto. Y sin embargo vende bien: “los de arriba”, “los poderosos”, en un país con muchos pobres y gran desigualdad; esa versión caricaturesca ha desatado furias justicieras. Detrás está la idea de que la riqueza toda es mal habida, producto de la corrupción. ¿Quién puede negar las múltiples historias de corrupción atroz?, pero de ahí a la caricatura hay un enorme trecho. El terreno es fértil para la simplificación infantil.

2. La plaga del pequeño fraude

Si el gran fraude no convence, en el menú de opciones paranoicas está la multiplicación ad infinitum del pequeño fraude. En esta versión, las alteraciones por doquier en las casillas suman un agregado que cambió el sentido de las elecciones. El asunto es, sin embargo, más complicado. Resulta que las casillas están en manos de ciudadanos, un millón como funcionarios, dos millones como representantes de partidos. Los “ratones locos” y “carruseles” necesitarían de la complicidad de varios cientos de miles actuando con un sigilo profesional similar al del 007 en una misión secreta. Solo así pasarían inadvertidos. Hay un supuesto básico de la operación: la deshonestidad generalizada. Pero además resulta que esos cientos de miles de ciudadanos hiperactivos también están divididos en sus preferencias. Cuidado con convocar a quien no está con la causa. Podría dar pie a denuncias.

Por si fuera poco, está la vigilancia cruzada, es decir la presencia de los representantes de partidos adversarios que en esta ocasión alcanzó la cifra récord de casi el 100% de las casillas con por lo menos tres partidos diferentes. Así que se necesitaría que fueran ciegos, mancos y mudos. ¿Pudo haber carruseles y ratones locos? Sí, de manera excepcional. ¿Pueden esos sucesos explicar una desviación de varios millones, la derrota de AMLO? No. Pero la imagen y el mito siguen calando en la mente de muchos mexicanos.

3. Las “irregularidades”

La mentira aquí consiste en dar a las “irregularidades” una potencia y una dimensión que simplemente no tienen. El catálogo de irregularidades formales va desde la instalación tardía de una casilla, que es muy común, hasta la ausencia de algún funcionario que tiene que ser sustituido. Por supuesto que en un país tan extenso y con problemas de múltiples zonas aisladas y bajo nivel educativo, las irregularidades en el contexto de más de 143 mil casillas instaladas ascienden a varios miles. ¿Cómo incide eso en las tendencias de decenas de millones de votantes? Ocurren en territorios de todos los partidos, son azarosas e impredecibles. Imposible armar una estrategia a partir de los hechos. Solo la especulación tiene una respuesta. Pero una mentira repetida mil veces…

4. La compra de voto, ¿o de votantes?

Se trata de una de las fórmulas más socorridas de los partidos políticos en todo el mundo. Se busca comprometer el voto como producto de una dádiva o algo más. En un país con muchos pobres, un saco de cemento, una lámina para techar, pueden ser todavía muy importantes para una familia. La corruptela puede darse. Ahora bien, no hay forma de probar que quien recibe el regalito se pare detrás de la mampara y emita su voto a favor del partido que se lo dio.

“Coman carnada pero no muerdan el anzuelo.” “Agarren todo lo que les den, pero su voto es libre y secreto.” Los derechos de autor de las expresiones corresponden a AMLO. O sea que fue muy claro en aceptar que la compra de voto no incide y que la urna es garantía suficiente. ¿Cómo compaginar esa libertad con su expresión de que “fueron millones de votos” los que se compraron? Una de dos: o los mexicanos son una bola de corruptos y vendidos, precisamente el mismo “pueblo bueno” del cual habla él, o la compra de voto, que de haber existido fue marginal, no es la explicación de su derrota. Fraude por una millonaria compra: de nuevo, pura especulación muy funcional.



Pero hay otro problema, los tercos números. ¿Cuánto, qué cantidad, sería un regalito lo suficientemente tentador como para comprometer la conciencia de alguien? En un país donde casi la mitad de los hogares tiene automóvil, hay casi 100 millones de celulares y la gran mayoría se autodefine como de clase media, un bolígrafo difícilmente hará la diferencia. Jaime Sánchez Susarrey hizo el cálculo con base en las cifras manejadas por el propio equipo de AMLO (Ricardo Monreal) para el escandaloso y espectacular asunto de las 3 mil 500 tarjetas presentadas. Según ellos, se utilizaron 240 millones de pesos para 143 mil tarjetas, es decir, mil 678 pesos por tarjeta. Si, como afirman, se compraron cinco millones de votos, la suma ascendería a 8 mil 391 millones de pesos, es decir alrededor de 670 millones de dólares. La primera campaña de Bill Clinton costó 60. Le fue difícil conseguirlos en la primera potencia económica del mundo. Conseguir 11 veces esa cantidad en México sería una verdadera hazaña. Esa es una opción. Hablaría de una enorme capacidad de convocatoria de Enrique Peña Nieto y supondría además una maniobra de ocultamiento o desaparición de hechos digna de David Copperfield. La otra opción es la mentira, una mentira tan burda que parte del supuesto de que el país está habitado por tontos (por no usar otra palabra) y corruptos. Tontos todos los otros partidos y ciudadanos que no registraron la maniobra, decenas de millones. Corruptos porque, por lo menos, habría cinco millones que aceptaron el “cochupo”. ¿Cómo conseguir esa cifra en discreción y ocultarla durante su uso? Imposible. La compra de voto o de votantes es una vergüenza ética. Todo indica que la cometieron todos los partidos.

5. El acarreo

Chicago es una de las ciudades más bellas de Estados Unidos. El origen político de Barack Obama está ahí. También es una de las ciudades con mayor vida cultural. Multiétnica y compleja en sus niveles socioeconómicos, en Chicago la política es intensa, muy intensa. “Ciudad de los vientos” —denominación que, por cierto, nada tiene que ver con los fuertes y helados vientos que cruzan del norte por el lago Michigan y sí, en cambio, con la cantidad de chismes que ahí se generaban o generan—, Chicago es también conocida por las trapacerías de sus políticos. Ahí la compra de voto y el acarreo tienen una historia que remite a los años treinta. Los acarreos también son parte de su tradición.

Pero hay de acarreos a acarreos. Invitar a los vecinos a un agradable desayuno en una casa, con embutidos y pan de grano, quizás una cerveza, es mucho más elegante que una tamaliza en un garaje. Pero en esencia es lo mismo. El problema con esta fórmula de movilización es que no es ilegal. Cada quien está en su derecho de convencer a quien pueda. Sobre el derecho de cada quien de invitar a desayunar a quien quiera, creo que no vale la pena discutir.

A algunos les parecerá despreciable, a otros en la frontera de la ética. Pero ilegal no es, faltaba más. Nadie tiene el monopolio sobre los acarreos. Es decir, la patente no es priista. ¿Qué tan eficiente y recurrente es la práctica? Difícil saberlo. El límite es el condicionamiento del voto, es decir, un jefe que impone a sus trabajadores ir a votar con él. Sin embargo, de nuevo ahí está la secrecía del voto, que requiere menos de un metro cuadrado para garantizarle a cada quien su libertad. El otro día un panista, de escasos recursos, residente en el área metropolitana, me comentaba del ostracismo que sufre en su colonia de predominio perredista. “A mí no me regalan despensa”, me dijo con verdadero sentimiento.

6. Las casillas especiales

En esta elección los jóvenes del #YoSoy132 —movimiento, movimientos, tribus o todo junto— tomaron como una de sus banderas centrales la falta de boletas en las casillas especiales. Por jóvenes se les disculpa el desconocimiento de por qué existen esos espacios que tanta sospecha les generaron. Nuestro país tiene todavía una alta movilidad geográfica, es decir, la gente migra mucho de un lado al otro y también trabaja donde no reside. Las casillas especiales fueron ideadas para contender con ese fenómeno que se presenta, sobre todo, en las grandes ciudades.

Pero claro, las trapacerías del PRI mostraron su capacidad para llevar ciudadanos de sitios donde estaban holgados de votos a aquellos distritos en que tenían problemas. Las boletas sin control y en grandes cantidades eran una amenaza en contra de quienes eran opositores en ese momento. Después se descubrió que los otros partidos también habían descubierto la fórmula que podría inclinar distritos a favor de quien más ciudadanos foráneos movilizara.

Fue por eso que se decidió poner un límite: no más de 750 boletas por casilla especial. Desde entonces, las escenas de las molestias e inconformidades frente a las casillas especiales son muy frecuentes, sobre todo en el DF. Resolver el problema es técnicamente sencillo: surtir más boletas. Hay un problema: la reglamentación está en la ley pactada por todos los partidos. ¿Qué hacemos? De nuevo, ¿son los potenciales votantes de las casillas especiales la explicación de la derrota de AMLO? Se trata de otra falacia argumentativa. ¿Cómo comprobar que los primeros 750 votantes pertenecían al mismo partido y el 751 a otro? La carencia de boletas fue una situación recurrente en el df, no en toda la República. Pero en el DF arrasaron Mancera y AMLO. En todo caso, el señalamiento podría venir de sus opositores. No se entiende.

7. ¡No a la imposición, sí a la revolución!

Otra de las banderas juveniles en esta elección de verano fue el reclamo en el sentido de que los medios habían impuesto al vencedor para la presidencia. Sin duda los medios tienen una influencia sobre la imagen de los candidatos y las predilecciones ciudadanas. Pero no se ha logrado comprobar que sean determinantes en la victoria. Sí lo son de los fracasos: la barba crecida de Nixon que le dio en el primer debate un aspecto de facineroso es el ejemplo clásico. Un desliz o error visto por decenas de millones puede desplomar a alguien. Los espacios televisivos son un arma muy riesgosa. La obsesiva repetición de la palabra change —cambio— en el discurso de Clinton fue desplazada cuando en su podium apareció sistemáticamente la advertencia “It’s the economy, stupid”. Eso lo llevó al triunfo. Cuauhtémoc Cárdenas tuvo mínimos espacios en los medios y si no ganó la elección, estuvo muy cerca. En 2003, Vicente Fox impulsó con millón y medio de spots a su partido y el pan perdió en esa elección con ocho puntos. El vencedor indiscutible del debate del 94 fue Diego Fernández de Cevallos y no llegó a Los Pinos.

En política, a los medios se les imputa siempre lo peor, pero reflexionamos poco sobre el importante papel que han tenido en la politización del país, sobre todo en las zonas rurales y alejadas. Por cierto, será solo casualidad que la democratización política de México coincide con una etapa de brutal crecimiento en la cobertura y penetración de los medios. Si más de 90% de la población se informa de política a través de ellos, quizá la pluralidad no sería explicable sin su avance. El argumento nada tiene que ver con la evidente necesidad de más cadenas de televisión y apertura total en el área. Pero de ahí a decir que impusieron a un candidato es francamente aceptar una bofetada al sentido común. Entonces también impusieron a Fox, quien se lanzó a la pantalla chica desde su tercer año como gobernador de Guanajuato. Por tiempo de exposición, AMLO —quien estuvo en pantalla meses antes que sus adversarios— debió haber ganado la contienda. De nuevo, los medios son un arma de doble filo. El peor momento de la campaña de Peña Nieto fue cuando los medios retomaron las imágenes de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara transmitida por las redes sociales. Una equivocación vista por decenas de millones es difícil de borrar de la memoria.

A diferencia de lo que ocurre en una de las democracias más antiguas del orbe, Estados Unidos, en México toda la propaganda se difundió en tiempos estatales y la distribución de tiempos en los noticiarios fue monitoreada de manera independiente por la UNAM y el IFE. Por cierto, no me queda claro cuál es el avance de que un partido como el Panal reciba la mitad de los tiempos noticiosos del PAN. Se podría decir que se está inflando a un candidato. Si la televisión explica la manipulación masiva y el triunfo de Peña Nieto, cómo explicar la sorpresiva corta distancia entre el primero y el segundo lugar. ¿Fue acaso una manipulación a medias o fracasada? De nuevo, en tiempos totales de precampañas y campañas, el candidato que con mucho tuvo mayor exposición se llama AMLO. La conclusión es muy sencilla: sin duda ser fotogénico puede ayudar, pero hay algo más, mucho más. Los medios son un factor, no factotum. La imagen de una maquinación a través de las ondas hertzianas, etéreas, inasibles y misteriosas, funciona bien para alimentar un delirio y evadir la realidad.

8. Mejor inventar un fantasma

Nadie lo ha visto, pero de que espanta, espanta. En un país con un nivel de escolaridad de poco más de nueve años, pocos saben lo que es un algoritmo. Pero nos queda claro, después de su aparición en 2006, cuando se le señaló como capaz de voltear las tendencias de la votación, que el fantasma es muy poderoso. De manera silenciosa y sin dejar huella, esa fórmula matemática modifica los resultados de la expresión popular. Si usted fue funcionario de casilla o representante de partido y firmó las actas, no se asombre de que en el PREP los resultados aparezcan modificados. Fue el fantasma.



Por cierto, subir los documentos de las casillas a internet no vale de nada cuando el fantasma anda suelto. O sea que se trata de un gran aliado de los mapaches panistas de hace seis años, y ahora priistas. Por lo visto, el algoritmo se vende al mejor postor, pero el PRD no le ha llegado al precio. Seguro el algoritmo trabaja para “los de arriba” en exclusiva. Es parte de la conspiración. De nada sirve que un fuerte núcleo de científicos, la propia unam y su rector avalen el PREP. Para fines de la mentira efectiva, el fantasma del algoritmo es muy útil.

Nunca antes hubo tantos votantes simultáneos. Nunca antes tantas mujeres fueron candidatas. Nunca antes tantos jóvenes tuvieron acceso a las urnas. Nunca antes habíamos tenido tanta vigilancia sobre los medios. Nunca antes se había logrado una observación y una verificación cruzada tan amplias. Pero eso de nada sirve para quien hace de la mentira una profesión.

AMLO ha obtenido en dos ocasiones tres veces más votos que Cuauhtémoc Cárdenas, pero no ha ganado. Está en todo su derecho a sentirse frustrado. Pero si casi 70% de los electores votó por otra opción, quizá valdría la pena que se parara frente al espejo. Decir que sus opositores son masoquistas, corruptos, vendidos, etcétera, es una gran ofensa que muestra intolerancia y cero espíritu democrático. Pero sobre todo muestra su soberbia: si yo no gano quiere decir que hubo fraude.

Quien recurre a la mentira como forma de vida es que no puede enfrentar la realidad. México hoy es otro. Ni la compra del voto, ni los medios, ni el acarreo, ni las casillas especiales, ni las irregularidades, ni la corrupción generalizada, menos aún el masoquismo del 70% del electorado, son la explicación de su fracaso. Aquí, el único atrapado por su pasado es Andrés Manuel López Obrador. El único y verdadero fraude de 2012 fue tenerlo a él en la boleta. Fraude, porque no es actor político leal. Fraude porque 72 horas antes de la elección firmaba en el IFE un pacto de civilidad y explícitamente expresaba que no había encontrado motivo alguno para impugnar la elección. Basta de ofensas y, sobre todo, basta de mentiras.



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1         Sissela Bok, Lying, Moral Choice in Public and Private Life, Vintage Books, Nueva York, 1989.
2         Mario Vargas Llosa, La verdad de las mentiras, Seix Barral, Barcelona, 1990.

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FEDERICO REYES HEROLES es director fundador de la revista Este País y presidente del Consejo Rector de Transparencia Mexicana. Su más reciente libro es Alterados: Preguntas para el siglo XXI (Taurus, México, 2010). Es columnista del periódico Reforma.